¿Qué es el dolor crónico y por qué ocurre?
El dolor crónico, descrito generalmente como dolor que perdura durante más de 3 meses, es una de las mayores causas de discapacidad en Europa y en el mundo entero. Tan solo en España, la Sociedad Española de Neurología (SEN) estima que un 32% de la población sufre algún tipo de dolor y un 11% de estos sufren de dolor crónico. Esto implica una afectación tanto física como mental en el día a día de la persona, repercutiendo gravemente en su calidad de vida.
Existen muchos tipos de dolor crónico. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este se puede clasificar en siete categorías:
- El dolor crónico primario, que incluye alteraciones funcionales o psicológicas de origen multifactorial, no causadas por ninguna enfermedad subyacente.
- El dolor crónico por cáncer, que como su nombre indica es causado por la enfermedad y por su respectivo tratamiento.
- El dolor crónico postquirúrgico o postraumático, un dolor por lesión o procedimiento quirúrgico que persiste después del periodo de curación.
- El dolor crónico neuropático, causado por una lesión o enfermedad del sistema nervioso.
- El dolor crónico orofacial y cefalea, causado por lesiones de boca y/o cara y por dolor de cabeza.
- El dolor visceral crónico, un dolor de órganos internos.
- El dolor crónico musculoesquelético, que surge de los huesos, articulaciones, músculos, columna vertebral, tendones o tejidos blandos.
Aunque estas clasificaciones ayudan a distinguir ciertos tipos de dolor, es importante saber que no son categorías excluyentes, es decir, puede existir un diagnóstico que se amolde a varias categorías. Una de las mayores dificultades con el dolor crónico sin embargo es el camino mismo hacia este diagnóstico, puesto que muchas veces los médicos no pueden detectar una causa específica del dolor. Esto puede significar un proceso arduo tanto física como mentalmente, durante el cual el paciente muy comúnmente se siente invalidado y estigmatizado. Afortunadamente, durante las últimas décadas, nuestro conocimiento sobre el dolor ha aumentado significativamente, con profesionales mejor formados e informados sobre su etiología y detección.
Adicionalmente, aunque también ha habido grandes avances en el tratamiento del dolor crónico, este es aún un proceso extremadamente complicado. Ciertas condiciones pueden ser mejoradas por anti-inflamatorios sencillos como el ibuprofeno (lesiones de cuello, torceduras, etc.). Sin embargo, estos medicamentos tienen un efecto techo, es decir, un límite de cuánto dolor pueden controlar. Para dolores más intensos, también se recetan los opioides, pero el riesgo de adicción y efectos adversos es mucho mayor con este tipo de medicamentos. Entre los medicamentos más comúnmente recetados para el dolor crónico encontramos los antidepresivos, como los ISRS y otros. Es importante recalcar esto último, ya que muchos ven el dolor como algo puramente físico. La evidencia sin embargo apunta hacia un concepto del dolor mucho más complejo, con gran impacto de factores psicológicos y sociales. Esto implica que el tratamiento del dolor también debe ser multidisciplinar, con intervenciones combinadas que incluyen ejercicio y fisioterapia, fármacos, dieta y terapia psicológica.
Durante estos últimos años, se han publicado un número exponencial de estudios sobre el uso de la ketamina para el tratamiento del dolor crónico. Debido a su uso en la medicina como anestésico general, es un medicamento para el que hay amplia evidencia sobre su uso seguro, además de tener un menor riesgo adictivo que otros medicamentos como los opioides. Sus posibles efectos secundarios también son mínimos y no suelen perdurar, siendo las náuseas y vómitos los más comúnmente vistos, al igual que en el uso de la ketamina para la depresión.
La evidencia
Existen muchas publicaciones sobre el uso de la ketamina para el dolor crónico. Un estudio publicado en 2019 por Orhuru y colaboradores, realizó una revisión sistemática y meta-análisis de estudios investigando la eficacia de la ketamina intravenosa en la reducción del dolor crónico, comparado con placebo. Estos estudios incluían una gran variedad de etiologías de dolor, como dolor neuropático, dolor por cáncer y dolor nociceptivo (causado por lesión de tejido externo o interno). Incluyeron un total de siete estudios en los cuales los pacientes sufrían de dolor moderado a severo. Encontraron que hubo una reducción significativa del dolor hasta 4 semanas después del tratamiento inicial. Esta reducción se encontró por igual en todos los tipos de dolor estudiados.
Otro estudio por Zhao y colaboradores (2018) investigó el impacto de la ketamina en el tratamiento del síndrome de dolor regional complejo. Es un síndrome poco comprendido que suele ocurrir después de una lesión o cirugía, causando un dolor crónico desproporcionado a la lesión. En este meta-análisis, los investigadores encuentran una reducción importante del dolor que se mantiene hasta 3 meses después del tratamiento inicial. Estos resultados son muy prometedores para el futuro del tratamiento del dolor crónico, e indican un gran potencial de la ketamina para tratar distintos tipos de dolor.
Como hemos mencionado antes, la mejor manera de enfrentar el dolor crónico es con un tratamiento multidisciplinar. La ketamina ofrece un alivio significativo y vital que, al producir una mejoría en la sintomatología del dolor, permite al paciente hacer uso de técnicas terapéuticas como el mindfulness y la respiración profunda. También hay muchas nuevas líneas de investigación surgiendo cada día, como por ejemplo a través del uso de la tecnología. La realidad virtual ya ha sido empleada en muchos centros para ofrecer diversos tratamientos, como meditaciones guiadas y sesiones de psicoeducación. En un problema tan incapacitante como el dolor crónico, es fundamental seguir con estas líneas de investigación para continuar avanzando en este campo y ofrecer tratamientos cada vez más eficaces y personalizados.